viernes, 9 de noviembre de 2018

EL ALMA DEL TIEMPO

    
Texto de Elena Ruiz Valderas para el catálogo de la exposición Lugares del olvido.




Pitágoras, cuando era preguntado por el tiempo, 
respondía que era el alma del mundo.
Plutarco

                                                                  

Cuando Antonio Gómez Ribelles nos presentó hace unos años un proyecto expositivo para el Museo, nos cautivó su manera poética y narrativa de mirar los lugares  arqueológicos, los sitios olvidados, el paso del tiempo que como capas estratigráficas crean veladuras en sus obras, y el álbum familiar siempre fuente de inspiración para el artista.
El proyecto fue creciendo, Antonio gustó de usar la Biblioteca del Museo para avanzar su trabajo artístico y la construcción de un discurso “Lugares del olvido”. Hace unos meses ya nos adelantó parte de la narrativa del mismo; lugares, objetos, tiempo y relato….Todo ello nos trajo a la memoria una breve reflexión de André Parrot sobre la capacidad de evocación que tienen los objetos antiguos en los museos que no sólo nos ponen en contacto con nuestros ancestros, sino que también nos invitan al viaje, de forma que cuando uno contempla en el Museo Británico los fantásticos relieves de Nínive, uno quiere emprender el viaje y trasladarse a la que fue la capital de los asirios.
Parrot, en el preámbulo de su libro sobre Nínive[1], también señala que la visita al lugar te puede decepcionar, pues donde estaban el “Palacio sin rival” de Senaquerib o el palacio y biblioteca de Assurbanipal, sólo hay dos montículos y apenas se dibujan unas ruinas. Sin embargo, lo fascinante es que desde lo alto de la colina puede contemplarse en el horizonte las montañas nevadas del Kurdistán, los campos verdes y la cinta de plata del Tigris, ese lugar olvidado había permanecido casi inmutable en el tiempo,  era el alma de la antigua Nínive.
Antonio Gómez Ribelles rescata de su niñez esa experiencia personal, ese primer encuentro con el alma del tiempo, con el recuerdo de su primera visita arqueológica a la ciudad greco romana de Ampurias, sus primeras sensaciones al respirar el mismo aire y estar en aquel lugar que, rescatado de la memoria, había pervivido.
En su serie Lugares, nos muestra esos fragmentos olvidados como relatos de una historia; el monumento funerario de Ampurias, el túmulo de Maratón, donde reposa la memoria de aquellos soldados griegos fallecidos en la batalla contra los persas, la montaña artificial de escombros de Teufelsberg, que se eleva como un tell de Oriente recordando a la Berlín destruida en la Segunda Guerra Mundial, o una pequeña terrera en la llanura del campo de Cartagena, fruto del trabajo de la tierra.

El artista muestra la huella del hombre en el paisaje, de forma casi inocente, con la sencilla imagen del canal que llevaba el agua a la ciudad romana de Segóbriga, o esa visión de las gradas del teatro romano de Cartagena, un edificio rescatado de la Antigüedad cargado de identidad, pero donde se perciben las trazas de su larga Historia. Aquí las capas y veladuras se superponen como estratos y son testigos del tiempo.

En la serie Objetos, toman protagonismo los fragmentos que pertenecieron al lugar, a sus gentes y a un tiempo, un puzle donde a veces faltan piezas. Los objetos o el lugar, colocados en líneas superpuestas, no están prisioneros en la imagen sino que en la obra de Ribelles aparecen envueltos en una atmósfera casi poética.

El artista recupera su memoria familiar en la serie Tiempo. De nuevo el álbum familiar es la fuente de inspiración; son rastros de una vida, fragmentos para ensoñar y reconstruir el relato de familia filtrado por los sentimientos. Un Relato que se enriquece con los recuerdos y las Postales, ellas invitan al viaje, al reencuentro con la historia. Ampurias, Segóbriga, Cartagena, son el recuerdo de haber estado en un lugar en un tiempo concreto como “la familia Lesnehr” junto al mar, salida del álbum familiar de Ribelles.

El Relato de Agrigento, el templo de la Concordia, los dibujos de sus primeros investigadores que trazan la planta del edificio, los objetos en vitrinas antiguas, los textos en los reversos de las fotos o de las postales ayudan a construir el discurso. Sin embargo el apunte más personal de la serie lo encontramos en el retrato del Cardenal pintado por Rafael, conservado en la retina de Antonio Gómez desde su primera visita al Museo del Prado, esos fragmentos de la memoria que son el aprendizaje de la vida entran en diálogo con el recuerdo familiar, que acompaña con las líneas escritas de una carta del bisabuelo Ribelles firmada el 2 de agosto de 1926.

Cuando contemplamos el fabuloso sarcófago paleocristiano del Museo de Cádiz pocos recordarán su casual hallazgo en 1927 cerca de la línea de playa de la bahía de Carteia[2]. Ribelles rescata la memoria de Evaristo Ramos, una persona instruida de su época, que al plantar una palmera en el jardín de su finca encontró el magnífico sarcófago; aquel hallazgo tuvo una gran repercusión en su momento hasta el punto de que vecinos y primeros veraneantes de Puente Mayorga fueron a conocerlo, se retrataron con él, dejando un testigo gráfico del acontecimiento. Algunas de estas fotos estaban en la preciada caja de galletas de Ribelles, su especial baúl de los recuerdos de familia.

Antonio Gómez Ribelles, artista multidisciplinar, pintor, fotógrafo, poeta y escritor, también nos ha querido dejar su libreta de apuntes en forma de “tablillas de cera”, evocando al mundo clásico donde se usaban como soporte de escritura portable y reutilizable. A su experiencia vital, el viaje, el lugar, el tiempo, se suma su amplia formación e investigación, creando un proyecto expositivo donde el artista ha experimentado una simbiosis con los lugares, ha respirado el aire de los sitios perdidos, ha buceado en las bibliotecas y libros, y nos sumerge en Lugares del olvido, donde el proceso creativo refleja esa intención de reencontrarse con el pasado como punto de encuentro y de dialogo contemporáneo, y nos presenta una obra nacida desde el alma del tiempo.

Una exposición que se inaugura en el Museo Teatro Romano de Cartagena. En este contexto la propia presencia de la arquitectura romana en la sala le otorga un carácter excepcional a la muestra al establecer un rico diálogo entre las piedras antiguas y la obra contemporánea. En un teatro romano que apareció en el corazón de la ciudad, oculto por diversos barrios, que también son retazos de la historia, en un lugar olvidado recuperado de la memoria.


Elena Ruiz Valderas
Directora del Museo Teatro Romano Cartagena













[1] André Parrot publica su primer libro sobre Nínive y el Antiguo Testamento en 1953, en España se edita su traducción, realizada por Sebastián Bartina, en 1962, en Ediciones Garriga. Desde entonces han ocurrido muchas cosas en Nínive, entre ellas un terrible ataque terrorista en 2015 que destruyó esculturas y relieves. En la actualidad no sabemos en qué situación se encuentra la que fue capital de los asirios.
[2]  Los detalles del hallazgo, los avatares del propio descubridor y la repercusión en su momento para las investigaciones en Carteia se pueden consultar en el  documentado trabajo de Pedro Rodríguez Oliva, 2011:“Notas sobre algunas antiguas investigaciones arqueológicas en Carteia”, Baética: Estudios de arte, geografía e Historia nº 33, p 111—176.


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