jueves, 12 de julio de 2012

domingo, 1 de julio de 2012

Espejos rotos








A Lorenzo le da por pensar en su casa, no en ésta que le acoge, sino en aquella en la que vivió, la que construyó su padre. Pero solo le sale la palabra casa.

Mientras acerca sus ojos viejos al cristal del televisor, intenta ver a través de la niebla en que se ha convertido la pantalla electrónica. Piensa, le da por pensar, que todo se parece mucho a su mala cabeza cuando recuerda cosas antiguas, todo tan turbio, con sólo algunas voces más nítidas, como flashes de fotógrafo, y con mucha humedad.
No consigue recordar nada que no sea más que un fragmento, oxidado quizás, cuajado de ceniza blanca o cal para enterrar un cuerpo. Espejos rotos.

Oye poco mejor que ve. Lorenzo, entonces, sin ver ni oír, piensa con palabras y la mitad de las cosas se las inventa, siente que las cosas se evaden o que vuelven y se pierden. Así que el mundo se le hace hacia dentro y da vueltas, “sólo da vueltas y yo no volveré”, se dice, y toma conciencia, si alguna le queda, de que el recuerdo ya no existe.