Muy agradecido
El pintor, cuando pinta, no sólo ve cosas, sino que ve y escucha o
se escucha, y del buen enlace que haga de eso que está viendo en la
realidad con eso otro que está escuchando en lo profundo de sí mismo depende
que la obra de arte se realice verdaderamente.
Carta a un Andrés
Ramón Gaya, México 1940
El arte es, por lo tanto, la búsqueda de un encuentro.
Carta a un Andrés
Ramón Gaya, México 1944
La mirada total
El Diálogo que hoy presentamos no parte de una obra pictórica
concreta, sino que excepcionalmente lo hace a partir de una serie de
instantáneas fotográficas de Ramón Gaya tomadas en diferentes momentos de su
vida, de las que Antonio Gómez se ha servido como material compositivo,
destacando en ellas los ojos, la mirada del pintor. Las fotografías son en
manos de Antonio precisamente eso, una materia orgánica, una sustancia más de
diálogo consigo mismo y con su obra, muy fiel en los últimos años a
determinados hilos conductores que atañen al tiempo y a la memoria, por
expresarlo resumidamente. Lo cierto es que cuando Antonio me mostró los
bocetos, ya muy trabajados, de su Diálogo,
lo escuché de inmediato. Su propuesta
me pareció muy personal y valiente y, como toda la obra de Antonio que conozco,
minuciosamente meditada y ejecutada con suma delicadeza; y, lo más importante,
honesta y respetuosa con Gaya y consigo mismo. Si en algo se asemejan
verdaderamente las obras de Gaya y Antonio Gómez es en su compromiso ético y estético.
Ambos son creadores obedientes que se sitúan ante su obra de una manera limpia
y silenciosa; pero apunto dos correspondencias bien palpables; una: el fruto
seco del brachychiton es un motivo
recurrente en buena parte de la obra de Antonio y, como la copa de Gaya, es también
un continente, un símbolo del misterio de la creación, la realidad y la vida;
dos: la obra de Antonio nos llega igualmente reforzada y acompañada por
multitud de textos propios que van de la poesía al apunte reflexivo y configuran
una suerte de bitácora de su experiencia artística.
En cuanto Antonio me propuso
escribir algo para su Diálogo me
apresuré a adentrarme en los escritos de Gaya, convencido de que encontraría no
pocas consideraciones suyas sobre la necesaria condición del saber ver en el arte, que en cierto modo
“recordaba” haber leído; pero eran menos de las que creía . Y es que Gaya
reflexionó y escribió abundantemente sobre la soledad y el silencio, sin duda
los dos grandes pilares de su obra, en los que reposa todo su ver. Como Antonio viene a sugerirnos, su entrega total a la
pintura, sus escritos, su vida, su persona, su propio y singular semblante son
ya un ver en sí mismos y dan fe de su
saber mirar. Tomás Segovia lo expresó muy bien en un hermoso poema: “Tuvo que
haber alguno/ Que siguiera mirando como en un mediodía/ Sin dejarse arrastrar
al parpadeo / Tenía que haber ése/ Y ése tenía que entregarnos / El mundo que
es el nuestro / No repitiéndolo ni suplantándolo / No dando de él siquiera
testimonio / Sino dándonos fe de su presencia".
En El sentimiento de la pintura, refiriéndose a Vermeer, Gaya
valora mas su forma de mirar que su manera de pintar, confesando que le parecía
que el holandés sólo era pintor por su mirada; que no podía sumergirse en la
pintura, ver el agua y mojarse en ella “tocando no su fondo, sino su centro”. En 1952 le escribe a Tomás
Segovia desde París: “yo tengo aquí la sensación de haber recuperado un miembro
o un sentido (un brazo, el oído), y más
que ver y contemplar algo, siente uno que pasa a ser algo, un espíritu corpóreo, una verdad”. Y en los últimos
compases de Velázquez, pájaro solitario,
Gaya dice del maestro sevillano que “vive tranquilamente aposentado en la
totalidad (…), y desde esa altura es
desde donde contemplará todo, el Todo. Ese totalizador golpe de vista único
lleva implícitas, fundidas en sí, varias maneras de abordar la realidad".
Así, los bodegones, las naturalezas muertas, los retratos o los paisajes “no
han de ser, para Velázquez, géneros
ni... temas, sino visión, diferentes
cualidades de una visión total".
Algo habría que añadir sobre el
propio arte de la fotografía, que Gaya llega a definir como “el arte de la
mirada", entre otras contadas alusiones de gran sustancia. Las
fotografías, muy presentes en su devenir cotidiano y fieles compañeras en las
ediciones de sus cartas y sus escritos, constituyen sin duda un legado que habla
por sí solo, y mucho, desde su silencio; y trazan en el tiempo, como ha hecho
Antonio Gómez al servirse de ellas, una biografía silenciosa de Gaya. Miremos,
pues, escuchemos virginalmente desde esa memoria tan completa este Diálogo puramente visual. Porque, si de ver en silencio y en soledad se trata,
pocas cosas existen más silenciosas e íntimas que la mirada.
Sebastián Mondéjar
Murcia, 20 de
febrero de 2018.
Fotografía Javier Salinas |
2 comentarios:
Soy quien te lo agradece por invitarme una vez más a compartir miradas y palabras contigo.
Soy yo...
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