Conocí a la artista y poeta Cecilia Noriega gracias a Lola Fernández, a la que siempre echaremos de menos. Amiga desde que nos escribimos el primer correo que cruzó el Atlántico, nos hemos visto hermanados ya por muchas cosas en el arte, la poesía y lo personal. Quería que ella estuviera en este espacio.
El texto siguiente es la introduccción que hizo a su lectura en La Mar de Letras, junto con Rodolfo Hinostroza, Antonio Lucas, Vicente Cervera y Vega Cerezo.
©Antonio Gómez Ribelles, 2013
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La luz es negra, es magia
iluminada
Tal vez sean versos
luminosos
O poemas escritos desde el oscuro rectángulo,
Liso, sin matices
Pero son versos que se
acaban
En la palabra
Cuando el silencio habla.
Mentira, ¡grita!
Un juego de palabras en
las que podría decir que a las palabras les tengo afecto, pero, no. Son
mentiras que convenimos entre ellas y yo porque siempre necesitamos o queremos
nos mientan. Y no es poesía, porque la poesía no es eso, no está. La poesía se
halla.
Y venir de un mundo de la
plástica a hacer poesía es mentir. Porque tampoco de ese mundo vengo. Cuando
estoy frente a ustedes para un recital o conversatorio esto es lo que digo, así
miento. Cuando estoy en una exposición, digo que vengo de la palabra poética o
del relato breve. Pero, también miento. La palabra solo es el pretexto. Es el
silencio desde donde parto y hacia donde voy, pero, no es el vacío. No
confundamos silencio con vacío, tampoco con soledad, menos la noche, tampoco el
amor o el desamor. El silencio es ese tiempo doloroso que entre líneas o
imágenes subyace. Es algo primigenio que trajo la música. Por eso, lo menos
mentiroso que he dicho en mi vida es que voy a las profundidades más tremendas
y me tiro en ellas, como los argonautas a la mar. Detrás de qué? Tras el canto
de las sirenas. Canto que es música sin letra, música que precede a la música
misma. Y es desde ahí de donde vengo. De la música. Y vuelvo a mentir porque de
música sé apenas y todo es que soñaba que escuchaba una nota, debo decir que de
cello, y sé que existe y voy tras ella. Y, como ya lo dije, de música no se
nada, esa nota la quiero tocar con la mano a través de la pintura, con la mano,
otra vez, para escribirla en poesía, cuentos, textos para mi obra pero no es más
que el silencio. Silencio del grito al nacer, irrupción de vida, porque hasta
ese momento, la luz es negra, verso luminoso
Ante escritores que admiro
y respeto como los aquí presentes, Vega, Vicente, Antonio y Rodolfo Hinostroza,
y esto no es mentira, no me queda más remedio que leer poemas inéditos, no
publicados. Que no quede el registro de mi mentira y así pueda volver a mentir
a propósito de éstos y seguir tras la nota musical que se me escapa y no
capturo. Y mentir en mis afectos, en los personajes a los que insuflo ánima
como a la noche, a la crisálida para que se vuelva día, a la ironía para que
friccione con la ternura, al amor que tal vez no conocí y sin embargo no me es
ajeno y… lo echo tanto de menos…, a la separación y el abandono que lo
convierto en mi mejor compañía. Nada de lo que leo está escrito, nada se puede
contrastar, nada podrá sentenciarse ni como bueno ni malo. Solo podremos decir
que he leído buscando la nota que sé que existe, que es la sombra de otra que
tal vez provenga del mundo de las Ideas de Platón, pero, voy tras ella porque en sueños la he
escuchado, tocado, sentido, pensado. Y
si no he de morir en el gesto de tocarla, por lo menos, he de desaparecer en la
palabra o en su silencio.
Cecilia Noriega - Bozovich
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