Dejo el poema que leí esa noche, a vueltas con la niña del piano.
Fotografía de Sebastián Mondéjar |
Hablaría de la música
si no fuera porque sé
que no llegó, que no guardó
sonido alguno aquella fotografía.
¿De qué me culpo?
Voy a hacer un plano de la historia
que me contaron,
puedo hacer dibujos, maquetas,
de aquella casa que no conocí,
donde no sonó la música.
Crearé una habitación para ti
en la casa de mi memoria,
la casa-mundo donde abríamos
puertas de cristales azules,
donde una niña en una foto
tocó un piano que nunca se oyó.
Pero eso no cabe en el poema,
ni el olor cabe para ser recordado.
Ella no te mirará, nunca,
ni sonará el piano aunque pudieras
oírlo en el patio de luces.
Mantendrá su mirada
levemente a la derecha,
así, en el olvido,
mantendrá su mano sobre las teclas,
“Así, ligeramente
levantadas”
aunque de nada valga.
“Perfecto”, dijo el
fotógrafo.
El fotógrafo manda.
¿De qué es culpable?
Antonio Gómez Ribelles 2013
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