El poema y los cuatro textos que presento a continuación aparecen en el catálogo de la exposición "Emerger", del fotógrafo José Carlos Ñiguez, que se expone en la nueva sala Isaac Peral del Museo Naval de Cartagena. Esta sala acoge desde el 12 de septiembre al Submarino Peral, recién restaurado y por fin a cubierto, después de 125 años de malos tratos.
Fruto de un encuentro casual con José Carlos, que, entusiasmado con las fotografías que estaba haciendo de la piel del buque, me las enseñó en la propia cámara, nació esta colaboración, que se resolvió entre viajes, llamadas y mensajes, pero con un perfecto entendimiento de lo que estábamos haciendo. Los encuentros inesperados dan estos frutos, mejores que otros más pensados.
José Carlos Ñiguez es un excelente fotógrafo con muchos años de experiencia, que en una exposición brillante nos muestra lo que ya no veremos, la piel dañada del "aparato de profundidades" mientras era restaurado. Sin retoques, pura captura, mirada dura y descarnada, que se acerca al daño con una visión trágica capaz de llegar a la esperanza que ha supuesto el trabajo colectivo de mucha buena gente a la que he visto entusiasmada en un proyecto honesto.
El autor agrupa las fotografías en cuatro secciones, y cada texto, con su título, ilustra cada una de ellas.
Os dejo la dirección de su página web.
http://www.niguez.com/josecarlos/#/content/
y una reseña crítica de Gabriel Navarro:
http://www.gabrielnavarro.es/2013/09/23/emerger-cicatrices-sumergidas/
y el catálogo completo de la exposición con las fotografías de José Carlos organizadas en secciones y todos los textos, incluido un prólogo de Juan Manuel Díaz Burgos.:
http://issuu.com/niguez/docs/emerger
emerger
El objeto hoy emerge
y su memoria
muta y se dilata.
Tal vez sea el
tiempo lo que más le duela,
lo que pasa y
graba heridas,
llagas donde el
acero se convierte
en arenas
oxidadas y cenizas,
fragmentos de
paisajes minerales,
recuerdos de
nubes submarinas.
Bajo el agua
está la soledad,
sobre el agua el
abandono, dentro,
los metales
torturados por los hombres
y los vientos, por
las aguas reiteradas
de los sueños
incumplidos.
Redimido en
parte el daño siempre puede
emerger por ser
paisaje,
la piel que
guarda el mar en el acero,
el cielo en la
pintura,
la tierra en el
óxido de hierro.
© José Carlos Ñiguez, 2013
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Cicatrices.
Las cicatrices son las huellas que dejan las heridas,
los desastres o los sentimientos.
Son como escribir en la piel de lo querido, son el
daño evidente, el daño que no siempre se corrige.
Son el rastro, el dolor de una historia de vida, todo
teñido de nostalgia que no seremos capaces de entender si no contamos con un
poso de melancolía.
Ahí quedan las que hizo el tiempo, el aire húmedo, el
salitre que araña y oxida, y aquellas que fueron creadas por el hombre, las que
más duelen, las que escribieron su desprecio en forma de erosiones, golpes y
fracturas.
No son tatuajes, no busques en esto el romanticismo
de una piel curtida de mar.
No son las ablaciones con las que algunos decoran sus
cuerpos.
Son las señales que quedan después de los combates,
de los años, de veintiuna capas de pintura, del agua y la sed, del maltrato y
la ausencia, del vacío y lo oscuro. Pinturas de la historia, arqueología del
sentimiento.
Se cuentan tantas veces las victorias que olvidamos
que se consiguen sobre los fracasos.
Se cuentan los fracasos como si fuesen ahora una
victoria.
Todo queda escrito en la piel.
© José Carlos Ñiguez, 2013
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Figuraciones
La palabra siempre llora por lo que no tiene, por
aquello que le falta. Nostalgia de algo perdido. No encontramos aquella que lo
explique todo y recurrimos a un lenguaje que las ate y les haga creer que ya sí
pueden, el lenguaje que cree el relato vivo de las cosas muertas. Engaño.
Buscamos los fragmentos de vida en las pequeñas
cosas, los fragmentos que siempre suman más que todo lo que es el todo, y
pensamos en imágenes que creen un relato supremo, la imagen que nos descubra la
imagen ocultada, que sea la palabra recobrada, aunque sea sueño, el poema que
de nombre a lo escondido.
La imagen es un pedazo que no llorará por nada, que
se sabrá íntegra sin necesitar un nombre, que figurará por ella y por lo visible que no añora,
porque está en ella.
© José Carlos Ñiguez, 2013
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Paisajes
El paisaje aquí no es lo que tú piensas. No es el
territorio de tus hazañas, ni de tus derrotas, no es el escenario que te guarda
ni el aire de tu tierra.
El paisaje es donde miras y lo que evoca, el aroma
que te devuelve a una época feliz, incluso aquella que no viviste, que no es
tuya, y que sin embargo te atreves a poseer. El paisaje es la memoria que
robaste de los otros y tu memoria compartida.
La mirada del fotógrafo se dirige a lo pequeño y lo
hace grande:
Yo te observo y tú eres mi paisaje.
Sujeto observador y objeto observado, el hombre que
aprende en su mirada y el objeto mínimo que aprende a ser espacio inmenso en la
mirada del fotógrafo, lo visual y lo espacial convirtiéndose en paisaje.
“Las
aguas se me están metiendo en el alma”
Tomas
Tranströmer
Un día un tejado puede parecer el mar, su superficie
al menos.
Sueña entonces el buque, ingenuamente, que puede
hundir su cuerpo en las aguas, que puede arrastrar al fondo su cuerpo hueco
pero tan lleno de memoria que no le hace falta contrapeso.
Sueña entonces que alguien viene y suelta amarras.
Sueña a través de los cristales que el agua devuelve
su imagen sumergida de aparato mutante, de arma submarina a bestia romántica,
de un leviatán sin nombre a un Ariel engalanado.
Revive ahora una ilusión: él está ahora sobre los
fondos de arena, él navega bajo las luces acuáticas.
Vendrá luego una ola y la siguiente, le llevarán a
tierra poco a poco hasta despertar de la quimera. Y quedará varado de nuevo,
pero a cubierto. Objeto perdido y encontrado.
El agua tiene hoy sabor a hierro y se le mete poco a
poco en el alma.
Antonio
Gómez Ribelles
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