HIJOS DEL VOLCÁN

Antonio Gómez Ribelles

Hijos del volcán 



 

Del 19 de junio al 21 de noviembre de 2021

June 19 - November 21, 2021 Museo Cristóbal Gabarrón / Cristobal Gabarron Museum




Hijos del Volcán

Juan García - Olga Rodríguez Pomares, Comisarios.

Hijos del volcán, de Antonio Gómez Ribelles, evoca la tradición popular arraigada a Mula y su comarca, que rodea al castillo islámico de Alcalá, localizado junto a la Puebla de Mula, la Leyenda del volcán, son historias tras- mitidas de generación en generación.

En la zona destaca el relieve de las badlands (tierras baldías) que recuerda un paisaje lunar, producidas por las margas miocenas, donde confluyen el río Mula y sus afluentes, con humedales ricos en biodiversidad y geodiversidad, con impor- tantes yacimientos paleontológicos. Son muchas las historias en torno a este Cerro, testigo del terciario superior, y unido a su atractivo desde el punto de vista histórica, destaca también la geológica de la zona, de interés mundial, formado como con- secuencia de la erosión diferencial de las calizas travertínicas de color rojizo de la cumbre y que han protegido de la erosión a las margas que se encuentran bajo los travertinos, dando lugar a estas mesas o muelas, como es el caso del Castillo de Alcalá, unido a los grandes bloques dispersos por las faldas y las grandes fracturas que coronan el Cerro, le confieren un aspecto que siempre ha estado presente en el ideario de los habitantes de la zona, como hito del paisaje y, especialmente, como el Cerro donde se sitúa “un volcán” (que nunca existió),

a través del cual los pobladores de la zona intentaban dar una explicación al mundo que los rodeaba, y que hoy en día sigue siendo objeto de leyenda, entre otras, la presencia de surgen- cias de aguas subterráneas que afloran al exterior en las aguas termales de los Baños de Mula, que ha servido de inspiración, como en la obra de Gómez Ribelles.

La exposición pone de manifiesto las relaciones existentes entre el paisaje cotidiano, la memoria y el cuerpo. El proyecto lo componen más de cuarenta obras entre retratos, paisajes y composiciones múl- tiples, junto a dos filmaciones, “Dictinio” y “Anselmo”, sobre el paisaje de lo cotidiano y de vivencias biográficas, composiciones elaboradas entre 2019 y 2021. Las obras están ejecutadas a dibujo, pintura y con tintas de diversos tipos, sobre papeles artísticos que tienen como base parte de fotografías impresas en ellas que el artista interviene, en

ese proceso de reconstrucción de los recuerdos y el olvido, todo como soporte de la obra artística, en un proceso de revisión de la historia. El uso de las fotografías es el elemento fundamental que le permite
a Gómez Ribelles la interiorización como memoria personal y donde genera un diálogo con las imágenes, forjando relatos e identidades a través de composiciones contemporáneas.

El germen inicial de la exposición es un conjunto de ferrotipos de finales del siglo XIX que proceden de Mula, en ellos, se recogen re- tratos de personas relacionadas por un vínculo familiar o de amistad. Los protagonistas de las imágenes y las personas que las confeccio- naron, adquirieron y atesoraron durante un tiempo, han desapa- recido hace unas décadas, y por falta de descendencia, se ha roto la cadena de custodia. En Hijos del volcán, el artista les da cobijo y rei- vindica su memoria, confiriéndoles un nuevo valor de relato.

Gómez Ribelles, no trata de mostrar la expresión del tiempo pasado, sino todos los tiempos que conforman el lugar, la materia y que definen espacios, memorias e identidades, este es el logro de este proyecto, donde todos somos Hijos del volcán, donde nos acoge el te- rritorio y nos hace formar parte de él, vivirlo y sentirlo. Lo corpóreo, integrado en la experiencia indisociable de vivir y transitar por el territorio como parte del proceso creativo, lo inmaterial también está presente e impregna la obra, nos acerca el paisaje, reconocido en

lo plástico, aspectos vividos y sentidos por el artista como “lo táctil, sonoro y olfativo”, donde se constituye una experiencia simbolizada y fenomenológica subjetivada, una conciencia-encarnada desde lo corporal, la identidad y la reflexión.

El quehacer artístico de Gómez Ribelles viene derivado, por un lado, de su trabajo plástico, donde el motor son los ferrotipos de finales del s. XIX y un conjunto de fotografías de calles y paisajes de Mula de la primera mitad del siglo XX, unido a las caminatas realizadas por la ciudad, sus huertas y campos, parajes como el Pantano de la Cierva, Trascastillo o el Castillo de Alcalá, son paseos donde nuestro autor se adentra en hallazgos y percepciones del lugar, dejándose llevar por los amigos, por los senderos y, fundamentalmente, por el recorrido que recoge en su memoria, ese transitar que “dota de vida” a las com- posiciones plásticas. Destacan los vídeos sensoriales y emocionales que surgen con el descubrimiento de adentrase en la memoria de lo cotidiano, de indagar en el paisaje para formar parte de él, es decir, fruto de vivencias y biografías compartidas de personas relacionadas con Mula.

En Hijos del volcán, encontramos la carga afectiva y narrativa que surge de la necesidad de “hacer” memoria, donde Gómez Ribelles interactúa con la vida misma, donde recupera y re-interpreta los archivos fotográficos y lo inmaterial del paisaje, es una manifesta- ción contemporánea, donde entronca con la memoria individual y colectiva, y la memoria histórica, buscando introducir significados. Son muchos factores los que definen la identidad del paisaje, pero sin duda la topografía y la presencia física, su papel estratégico, sus con- dicionantes de leyendas y mitos, “el volcán”, ha marcado la relación con los pobladores, con sus distintos hábitats, la exposición de Hijos del volcán, es una mirada al pasado, ayuda a mirar al futuro, hacia una nueva identidad del paisaje, donde todos somos hijos del mismo sol, del mismo Cerro y del mismo monte.




La Vetusta Imagen

Ramón González Palazón Artista visual

Amo el territorio,
mi memoria ajena debajo de tus capas,
y perfilo la existencia misma de lo vivido

Antonio Gómez Ribelles, narra su último proyecto va- liéndose de la memoria y del tiempo.

Rasga la fina seda para dejar entrever otra clase de luz, aquella que como los antiguos griegos sabían que si se hacía un diminuto agu- jero en la pared de una sala oscura, se proyectaba una imagen clara (aunque invertida) del mundo exterior.

Pero es esta claridad la memoria o la desmemoria de ese otro mundo, la que construye verdades reveladas para darnos la posibilidad de entender la importancia generacional, sosteniendo una fuerte unión entre la tradición histórica, con los silencios y la relación original con el pasado en “sí mismo”.

Una apropiación creativa que desarrolla el autor interviniendo las imágenes calladas. Las fragmentas, las encadenas, después las revela a esa realidad que depende siempre de lo que hay debajo. Pues tal vez, aquello que se oculta sea la última capa blanca que evidencia la pureza del alma.

¿Cómo recuperar la memoria ajena sobre estas cuestiones? Así es Antonio Gómez Ribelles, un viajero incansable que camina sobre la misma piedra volcánica.

El artista hace uso de su verdadera independencia con la intuición y la observación directa sobre algunas fotografías que rescata del tiempo. Las libera repasando con trazos y las fragmenta en pedazos, volviendo a requerir todo aquello que ya estuvo en contacto con

esas personas, en sus ojos, en las bocas que hablaron o besaron, en el vestir o en las ventanas de esos paisajes con apariencia árida.

A través de su explorada intervención, con estos ferrotipos, este creador decide dar un nuevo paso sutil y poético al encuentro con la vetusta imagen, posiblemente en su afán de reparación, ya que asusta ver como hemos olvidado.

Es en las antiguas estancias del Museo Casa Pintada, donde podemos contemplar algunas piezas centrales como es el caso de Histoire, nos recuerda que poseer lo cotidiano parece ser el único legado entre la muchedumbre.

En algunas imágenes de la muestra, aún tratándose de composi- ciones grupales, se aprecian una cierta individualidad inquietante del propio yo. La identidad/huella a partir de un pequeño negativo de- jando visible una entidad, como indicó Arthur Schopenhauer acerca del “no a las cosas sino a la conciencia de ellas mismas”. Curioso ver que estos negativos tengan ya una conciencia vivida, porque es justo el tratamiento que ha empleado el creador para respetar la viva esencia del proyecto.

En un mensaje del 10 de junio de 2021, escribe el autor inspirado por el título de un famoso libro: “Tenía pensado titularla Los amantes del volcán, siguiendo el libro de Sontag. ya lo hablaremos

Finalmente con Los Hijos del Volcán, el artista es sabedor de lo que reivindica presentando, entre aquella generación de hombres, el papel de la mujer como una autentica ciudadana del mundo. No cabe duda que es un diálogo universal movido por las pasiones humanas, en el que Susan Sontag habría manifestado de manera notable su im- portancia en imágenes, en hechos o situaciones pasados que quedan en la mente.

Con su última investigación, Gómez Ribelles devuelve el protago- nismo a esa estructura geológica que de algún modo deja revivir la pasión y la vida misma desde la erupción más intrínseca en el ser.




Antonio Gómez Ribelles (1962, Valencia)

Nacido en Valencia en 1962, pasa su in- fancia en Jaca. Estudia Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia. Es profesor de educación secundaria desde 1986, y como artista visual empieza a exponer individualmente en 1987.Después de vivir en Huesca y Asturias, se instala

en Cartagena en 1995, desde donde ha desarrollado la mayoría de actividades artísticas y literarias. Ha participado en nume- rosas exposiciones colectivas y ferias de arte, y participado en obras colectivas literarias, presentaciones de artistas y textos y poemas para catálogos. Tiene dos libros de poesía e imagen publicados.

Después de su periplo vital, considera el territorio como algo personal y construible, distinto a veces del lugar que se habita, ligado a la memoria, la infancia, la casa y a ciertas imágenes-hitos, lugares que vertebran el espacio y la historia. Desde 2012 viene realizando ex- posiciones que son reflexiones sobre la construcción de la memoria

y el lugar, el relato, la falsedad de los recuerdos, la utilización de los mismos como material creativo y la idea de familia como autorre- trato, así como la arqueología y sus procesos, temas que desarrolla también con textos y poemas propios. Para ello ha utilizado la pin- tura, la fotografía y el vídeo como medios para su obra, que lleva años ceñida al álbum de familia, a las fotografías antiguas que pro- vienen de fondos familiares, además de otras propias, pero que han ido creciendo con aportaciones de personas cercanas, como las que se refieren a este proyecto en Mula, que trabajadas digitalmente, se utilizan, amplían, fragmentan, y se utilizan como material pictórico, junto con el dibujo, el collage y la pintura. No es intervenir las foto- grafías, sino que la fotografía intervenga en la pintura.

Las exposiciones son lo que queda —las cenizas del arte— de un trabajo de investigación y experiencia que se extiende en el tiempo y en los viajes, en la captura del territorio y también de la memoria de los otros, los relatos de aquellos que le acompañan y que, aun siendo ajenos, se convierten en propios. No es apropiación simple, sino hacer tuyo lo que es del otro. De la misma manera, la poesía y
la narración también invaden la obra plástica, en una simbiosis que hace que la imagen sea poética y la literatura se pueble de imágenes. La querencia por el libro se nota en el deseo de que la obra se pueda ver/leer como una sucesión narrativa, un libro de artista en el que la palabra, apenas estando presente, pueda ser un vector de dirección.

El color apenas es importante, no es algo necesario, tal vez un fondo ocre, tendiendo en las obras a lo monocromático en capa sobre capa, donde la fotografía en blanco y negro, el dibujo con tinta y grafito, la pintura, van intercambiando importancia y posición, añadiendo elementos de la historia del arte, de la historia, que alteran una vi- sión directa con mayores pretensiones de reflexión, donde la poesía siempre está presente.

Todos sus proyectos quedan abiertos a una ampliación y a la conti- nuidad en el siguiente, pudiéndose entender como un libro abierto por completar.

elaljibe http://antoniogomezribelles.blogspot.com/

 






 

 

 

Entrevista

Antonio Gómez Ribelles: "En mi trabajo es más útil la ficción creativa, la mentira del recuerdo"

El artista expone en Mula su proyecto 'Hijos del volcán'

Ariana Gómez Company

31·10·21



¿Cómo surge la exposición?

A raíz de una propuesta de proyecto expositivo que girara en torno al relato. De ahí se fue transformando por la aparición de los ferrotipos, que Juan García Sandoval cede para la exposición. Ese material es la clave que se acercaba a mis propuestas anteriores, pero con personajes anónimos, desconocidos y limpios de recuerdos, tan ligados a Mula que personificaban su esencia. La aportación del territorio a los habitantes era lógica y de ahí los recorridos por Mula y alrededores, el trabajo fotográfico, en vídeo y pictórico. Una colaboración entre varias personas que me han prestado material y han colaborado con su tiempo y su memoria.

¿Cuál es su conexión con Mula?

Amistad y cultura. Buenos amigos viven allí o han vivido y todo me ha ido llevando a una cercanía muy grata. Ellos han sido mi enlace y mi guía.

Existen relaciones entre paisaje cotidiano, memoria y cuerpo. ¿Cómo se insertan estos conceptos en la obra? ¿La fotografía se entiende como elemento simbólico?

Yo no diría simbólico, sino huella: la huella que pone nombre, pero poco más. Las fotografías dicen muy poco, solo que algo estaba allí cuando se hicieron; acaban siendo un objeto fotográfico, que sirve más de invención y ficción. La memoria sí funciona sobre ellas, y al revés, las fotografías sobre la memoria. No estamos a salvo del olvido. El cuerpo y el territorio son vitales; son los creadores de sensación continua, de estar en ellos permanentemente; es educación sensorial. Cuando nos alejamos del territorio que vivimos en otro tiempo, las sensaciones que nos quedan son más fiables que la imagen, a pesar de que el tiempo lo enaltece todo y le da otros contenidos.

¿Por qué surge la necesidad de realzar la memoria?

La memoria existe siempre, es inherente a todas nuestras actuaciones y pensamientos. Lo que somos ahora es una suma, a veces caótica, de todo lo que fue el pasado, muchas veces transformado y alterado, reconstruido con nuevas aportaciones. Pero en el caso de estos pequeños ferrotipos, la memoria sería la de los otros y he querido que todo lo relativo a ellos quedara oculto para mí, excepto una imagen muy concreta, para que no interviniera excesivamente. De esta manera, lo que hago al trabajar sobre ellos es una invención que proviene de mi propia memoria y experiencias, y se las sumo a ellos. O sea, que me apropio de su imagen y de su posible memoria para contar una ficción. Pero desde luego los hemos sacado del olvido, como una aparición arqueológica. Falta el trabajo histórico, que yo no voy a hacer.

¿Qué otros conceptos encontramos en sus propuestas?

Desde hace muchos años trabajo sobre memoria, mentira, recuerdo y su falsedad, fotografía de familia, el relato, imagen-palabra, poesía, arqueología, lugar, casa...


Los diálogos de la memoria y de la imagen

 

¿Cómo nace la colaboración con el arquitecto Dictinio de Castillo y el etnógrafo Anselmo Sánchez Ferra?

Con los dos me une amistad y colaboraciones, pero, en este caso, tienen una unión con Mula que proviene de su infancia, cuando visitaban la casa de sus abuelos, algo que me pasa a mí también. La información sobre el entorno y el territorio, como ‘hijos del volcán’ que son, me dieron la guía del trabajo.

La exposición se completa con vídeos de paisajes de lo cotidiano y vivencias biográficas, ¿qué papel ocupan aquí?

Las aportaciones de Anselmo y Dictinio se materializan en dos vídeos que se titulan con sus nombres de pila. En ellos se recogen su memoria y las visitas que hicimos, con textos suyos, con su voz y su imagen. Una dedicación que hay que agradecer y valorar.

¿Qué importancia tiene la documentación histórica?

Es clave, pero para mí, cuando trabajo, es más útil la suposición sobre lo que no sabes, la ficción creativa, la mentira en la que caemos con los recuerdos. Puedo buscar y busco material histórico, porque lo necesito de base, pero en el trabajo puedo eludirlo.

Cómo artista, ¿qué le preocupa?

Seguir creando mi futuro, y eso en edad adulta solo se consigue si seguimos encontrando cosas a las que dar nombre, algo que hacemos constantemente los artistas. Es una manera de ver el mundo que depende de lo individual y de nuestra memoria, que usamos de material creativo para la construcción de algo nuevo. De la misma manera que la historia es la suma de las microhistorias de los individuos, hay que ir de lo cercano a lo superior, no perder de vista en ningún momento que nuestro mundo real es mucho más pequeño de lo que parece por los medios y redes.

¿Qué encuentra el espectador en esta exposición? ¿Cuál es la estructura de su recorrido?

Lo primero que ve es el volcán y, lo segundo, los hijos. Son intervenciones sobre fotografía, la del volcán, mía, y las de los ferrotipos aumentadas. El resto de la exposición es más libre e incide en esto mismo, incluyendo dibujos y técnicas mixtas de pequeño tamaño, que aparecen como superposiciones, capa sobre capa, de la misma manera que se cambian los recuerdos. Uso mucho las composiciones múltiples, la sucesión de imágenes a modo de páginas, de narración. Y naturalmente, las dos películas de vídeo en una pantalla. El espectador debe unir cabos sueltos, mostrar interés y crear el recorrido como si estuviera en un territorio habitado.

Por último, ¿puede hablarme de otro de sus proyectos, desarrollado en paralelo y titulado Las lagartijas guardan los teatros?

Es un libro que surge de la librería La Montaña Mágica, de Cartagena, que me propone editar un poemario en la editorial La Estética del Fracaso, un proyecto de elección personal de Vicente Velasco, director de la librería. En él se recogen textos poéticos y poemas que hablan de las mismas inquietudes que desarrollo en la pintura, pero en aspectos que no aparecen en ella por imposibilidad. De hecho, muchos poemas se han escrito mientras pintaba, en un camino paralelo: lo que no se puede contar en la obra visual se queda en el poema, lo que aparece en el poema no sabe aparecer en la pintura. Así que surge todo de los mismos recuerdos, que se amplían y relacionan con el presente y con ideas superiores. Presentes las ideas de casa como mito y de ciudad como construcción de todo, sobre los escombros de la memoria. Lo mismo de antes, de lo cercano a lo superior, partiendo siempre de lo personal. Y la pugna entre imagen y palabra, porque mis poemas se llenan y se construyen con imágenes y mi pintura, de poesía.

 

 

La Verdad: nuevas noticias en portada

Culturas



ÚItimo libro. Antonio Gómez Ribelles, con un ejemplar de'Las lagartijas guardan los teatros / GUILLERMO CARRIÓN / AGM

 

 

 

Allí donde el tiempo nos abandona

El artista Antonio Gómez Ribelles vuelve a salir de la realidad y a jugar con la memoria en sus dos últimos proyectos: 'Las lagartijas guardan los teatros' e 'Hijos del volcán'


MANUEL MADRID Jueves, 14 octubre 2021, 09:55 

 

Dos de los últimos trabajos de Antonio Gómez Ribelles (Valencia, 1962), artista plástico y escritor afincado por amor en la Región de Murcia, pueden disfrutarse estos días. Hoy, a las 19 horas, en el Teatro Romano de Cartagena, presenta junto a Juan de Dios García su último libro, 'Las lagartijas guardan los teatros' (La Estética del Fracaso, 2021), y en la Fundación Casa Pintada-Museo Cristóbal Gabarrón de Mula ofrece hasta el 21 de noviembre su última –e inquietante– investigación artística: 'Hijos del volcán'. ¿Por dónde empezar?

El cerro donde se alza el castillo de Alcalá en La Puebla de Mula no es ni ha sido nunca un volcán, pero popularmente existe esa creencia. En lo alto sí hay un pozo. Este lugar de falsa leyenda sirve al artista para fabular con los retratos de una colección de ferrotipos [técnica fotográfica inventada en el siglo XIX con la que las imágenes se fijan en placas de hierro] en poder de Juan García Sandoval. La mayoría son varones. Serios, trajeados, bigotudos. Con la Guerra Civil desaparecerán de estos confines. Con esas imágenes, y con los testimonios del arquitecto Dictinio del Castillo y del historiador y recopilador de cuentos de tradición oral Anselmo Sánchez Ferra, que ponen voz a un audiovisual sobre el territorio, Gómez Ribelles inventa para ellos un contexto. 

 



'Ferrotipos manipulados. Una seriede imágenes sobre placas de hierro de antiguos vecinos de Mula inspiran el proyecto 'Hijos del volcán' en la Casa Pintada. / GUILLERMO CARRIÓN / AGM



'Hijos del volcán' –que en un principio pensó titular 'Los amantes del volcán', en un guiño al libro de Susan Sontag– se inauguró en junio de 2021, unos meses antes de que el volcán de La Palma entrara en erupción. «Si la inaugurara ahora tendría que cambiarle el título», fantasea. Lo que encuentra el espectador en esta propuesta no es la memoria del artista o de su familia, que ya había abordado en anteriores propuestas como 'La traición de la memoria' (Palacio Molina, 2012), 'Los lugares del olvido' (Teatro Romano de Cartagena, 2018) o 'Walls' (Palacio Almudí, 2021), sino por vez primera la memoria de otros a partir de los 22 ferrotipos de los que él llama «los hijos del volcán». «Me apropio de ellos y los meto en una historia distinta, que es lo que hacemos incluso con nuestra propia memoria. Porque estamos llenos de pasado, pero el pasado lo reconstruimos siempre». En esta ocasión, en un guiño a la historia del arte, cada retrato sugiere algo diferente, unas veces el dadaísmo, otras el constructivismo... en otras simplemente rehace fragmentos, amplía partes del rostro, completa huecos con el dibujo. Para ello Gómez Ribelles emplea grafito, tinta y gesso (acrílico blanco) y pinta sobre esas imágenes impresas en papel acuarela. ¡Una belleza! 

 

Hoy presenta en el Teatro Romano de Cartagena su último poemario, de la mano de Juan de Dios García y Vicente Velasco

El artista incide en que la historia es vida cotidiana, «la suma de todas las intrahistorias de cada uno» de los que formamos parte de ella. «Me gusta relacionar cosas, es mi forma de trabajar. Construir a cada personaje de una forma distinta. No sé nada de ellos, ni he querido saber, porque creía que me iban a marcar mucho sus vidas reales».

En 'Las lagartijas guardan los teatros', Gómez Ribelles se pregunta «dónde fueron esas cosas/ a las que sin embargo dimos nombre./ No saber cuándo./ El mapa de Europa con banderas y fronteras inmutables,/ el humo del tabaco y la canción de Eurovisión./ No conocer./ Luego aprendimos que poseer no era eterno./ El tiempo a veces suena./ Aquel pájaro también se fue».

Para el artista, todo proyecto es literario, «porque necesito la sucesión de imágenes de la memoria que te vienen como un flash tras otro». Lo que él hace es darle continuidad. Esa posibilidad que ofrece el libro, que de una cosa te lleva a otra, es la misma con la que se maneja para sus exposiciones. Sus versos se despliegan con la potencia del pasado que vuelve para desordenar el presente, que no le deja irse sin el irremediable traqueteo.



En las obras de Gómez Ribelles hay relación entre el documento fotográfico y la arqueología. / GUILLERMO CARRIÓN / AGM 

 

«No recuerdo el frío,/ solo imágenes luminosas/ y tristes héroes empeñados/ en morir de nuevo entre los hielos», escribe en el poema 'Casi imágenes'. Dice el artista que «el paseo es una forma de memoria», lo que Robert Walser sabía. La erudición de Ribelles es ostensible: unas veces cita a los Cohen («Las cosas no esperan a nadie. Eso es vanidad'», de 'No es país para viejos'), otras a Vladimir Holan, Miguel Barceló o a Gaston Bachelard. Pensando en Virginia Bernal escribe: «Deseo rellenar huecos/ en los escombros/ que dejan las fotos y las cartas en sus sobres/ y poner una cerca alrededor/ la muralla que hacía para mí/ en aquella casa/ crear normas para poseer el mundo/ allí, donde el tiempo nos abandona».

En sus obras hay relación entre el documento fotográfico y la arqueología, ciudades perdidas menos para la lagartija o el grillo. 

 

 

 

El abrazo de los 'Hijos del volcán'

Antonio Gómez Ribelles muestra desde este sábado en el Museo Cristóbal Gabarrón de Mula el resultado de su último rastreo por la memoria

 

MANUEL MADRID Murcia Sábado, 19 junio 2021, 12:22 

 

En la tradición popular de Mula pervive la leyenda del volcán, historias transmitidas de generación en generación alrededor del castillo islámico de Alcalá, la edificación que corona el cono volcánico que se eleva sobre la Puebla de Mula, visible desde la autovía del Noroeste. El artista y escritor de alma viajera Antonio Gómez Ribelles (Valencia, 1962), cartagenero de corazón, parte de un conjunto de ferrotipos de finales del siglo XIX, muchos de ellos procedentes de Mula, para establecer vínculos entre el pasado y el presente. Siguiendo la línea emprendida en otras experiencias artísticas, en Mula recupera y re-interpreta archivos fotográficos y lo inmaterial del paisaje, dando nuevos significados a la memoria individual y colectiva.

Sus protagonistas tienen rostro y nombres y apellidos, personas relacionadas por un vínculo familiar o de amistad, los llamados 'Hijos del volcán', título de la exposición que este sábado inaugura (19.30 horas) en el Museo Cristóbal Gabarrón-Fundación Casa Pintada de Mula. Aquí el artista da cobijo a esos hombres y mujeres de otro tiempo, reivindicando su anónima memoria [la necesidad de «hacer memoria»], confiriendo a lo pretérito un nuevo valor. Ribelles vuelve al pasado como un buzo incansable en busca de tesoros. Y sus hallazgos han dejado «maravillados» a los comisarios, Olga Rodríguez Pomares y Juan García Sandoval. Las relaciones entre el paisaje cotidiano, la memoria y el cuerpo son los tres ejes sobre los gira este proyecto, compuesto por más de cuarenta obras (dibujos, pinturas, papeles entintados) entre retratos, panorámicas y composiciones múltiples, y dos vídeos monocanales realizados entre 2019 y 2021

El uso de la fotografía, según los comisarios, le permite «la interiorización como memoria personal y genera un diálogo con las imágenes, forjando relatos, identidad y memoria a través de composiciones contemporáneas».

El artista exhibe estos días también su destreza en el manejo de textos y fotografías que transforma en imágenes pictóricas o instalaciones en el Teatro Apolo de El Algar (Cartagena), dentro de Itenerarte [proyecto itinerante del Ayuntamiento de Cartagena donde se muestran también piezas de Virginia Bernal, Salvador Torres y Fernando Sáenz de Elorrieta], y en 'Walls', en el Palacio Almudí de Murcia. Recientemente presentó su libro 'Hermanas' en Mediterraneus Ars Liber en el Museo del Mar de Santa Pola, otra manifestación de su afán por forjar relatos, identidad y memoria.

 


 


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