jueves, 20 de abril de 2023

DIÁLOGOS CON MI ABUELO. JUAN MANUEL DÍAZ BURGOS

 







Recomponer una memoria familiar, esa pequeña historia (pero tan grande) que se construye desde lo emocional, desde los pequeños datos y relatos que han paseado por nuestros mayores y que se nos trasladan, precisa en primer lugar de una necesidad, la de rellenar un hueco que se borró o nos borraron, y en segundo lugar de la convicción de que el camino a recorrer puede ser largo, a veces difícil, y, según las circunstancia, doloroso. El proceso de recuperación que Juan Manuel Díaz Burgos hace de la memoria de su abuelo Manuel, ya que su figura le fue robada, es íntimo pero trasladado por la actividad fotográfica a un acto de memoria histórica que llega a localizar y visitar la fosa común que sirvió de tumba a uno más de los miles de represaliados tras la Guerra Civil y que a través de la ignorancia de qué pudo ocurrir con él se trasladó a su familia el castigo a los vencidos. Un castigo injusto, inútil, y vestido de rencor y mentira. Juan Manuel Díaz Burgos lo lleva ahora a una exposición en Cartagena y un libro que recoge el proyecto Diálogos con mi abuelo.

El acto de Juan Manuel supone una catarsis personal, un proceso familiar, un acto de justicia con Manuel Burgos, y por extensión, un acto público de reivindicación de los desaparecidos. Todos podemos sentirnos identificados con este ejercicio de posmemoria, sobre todo aquellos que vivieron y viven todavía en el deseo de recuperar los restos de familiares desaparecidos. Y los que no estamos en ese caso, igualmente compartimos la recuperación de la memoria y la historia familiar, con sus luces y sombras. Pero el proyecto de Díaz Burgos es fotográfico, y eso debe dirigirse de una manera concreta, dentro de la línea documental y retratística que ha sido su constante en el ingente trabajo de este gran fotógrafo. En el prólogo, ese que escribió una noche para concretar y decidir qué y cómo hacer, están las claves, sobre todo una: la realización de un recorrido y un retrato inverso, apropiarse con la mayor honestidad de aquello que pudo ser la mirada del abuelo, que ella fuera la que marcara el camino, un camino que dirige lo que fue la biografía, lugares de vida, de trabajo, de triste muerte. Así, el nieto visita todos esos lugares de Andalucía, Marruecos, Madrid, Cartagena y Canarias, el punto final, el más oculto hasta hoy. Los guiños que hace a la narración y la vida de Manuel le obligan a añadir espacios, lugares a sus recorridos fotográficos, a hacer de sus fotos lugares de posmemoria. Reinvención o suposiciones basadas en lo que le han contado y encontrado, o en lo que, una vez identificado con el abuelo, Díaz Burgos cree en buena lógica que no pudo ser de otra manera. Así aparecen los toros, las tascas, las iglesias de Sevilla, las procesiones, un mundo coherente con lo conocido y que se convierte no en la verdad sino en “lo real” a través del pensamiento, la actitud y la sinceridad necesaria del nieto, y las redes tejidas con la familia. La fotografía persigue a la narración, no son ilustraciones, sobrevuelan, traducen la historia y los lugares en la foto desde la mirada del abuelo. Pero ahí sigue estando la calidad, la entrega, la exigencia que siempre pone Juan Manuel Díaz Burgos en lo que hace.

Otro aspecto que aparece en este proyecto es la evolución de la foto hacia el desenfoque por zonas y las alteraciones o creaciones de color y luz, todo ello con la idea de relacionar esa visión de la que hablaba antes con lo borroso de una mirada perdida en la memoria de los otros.


Exposición y libro, en esa lógica fotográfica que se ha hecho necesaria actualmente, recogen un trabajo muy extenso, fotográfico, artístico, narrativo y documental. Es un trabajo muy personal que debía ser como es, con un recorrido muy largo lleno de reflexiones que quedan en el libro, desde la foto de un solar en la calle Trastámara de Sevilla, donde nació Manuel (parece que quedara así como en espera, en un acto metafórico de respeto hasta que el fotógrafo pudiera llegar), hasta la sombra de Juan Manuel y Mercedes ante la fosa común nº 2 del cementerio de Vegueta donde se le enterró.


Magníficas fotografías que funcionarán también fuera del libro y la exposición, que transmiten la melancolía necesaria en el proyecto, que contagian el recuerdo y lo hacen nuestro. Tal vez sea ahora la recuperación de la memoria lo más importante, algo que se agradece por ser de justicia, el valor de hacerla extensiva (ya lo vimos en Calle del Ángel) pero quedará siempre el trabajo artístico de este gran fotógrafo. 



 

Agradezco sobremanera a Juan Manuel el haber colaborado en su proyecto, aunque sea mínimamente. El haber trabajado con el álbum de mi familia en proyectos anteriores y con otros álbumes en proyecto me llevan a entender perfectamente el trabajo de Juan Manuel y valorarlo mucho. Realizar una intervención sobre el retrato de Manuel Burgos Monsalves ha sido un honor.