Cristina Gutiérrez Ribas me dedicó este poema que ella intuyó con "una mirada especial" mientras volvía por la autovía en un nocturno de luces, gotas y bestias, después de asistir a la presentación de El castigo del exiliado. Afinidades electivas, inspiraciones poéticas que me encantan, y un poema brillante.
Para Antonio Gómez Ribelles,
poeta de la imagen
Trayecto I
Volví aquella noche en un trayecto poético.
Ya avisaban las señales del peligro de las bestias.
Las luces sobre el asfalto mojado
dibujaron constelaciones de un falso universo.
En la superficie del cristal se libraba la batalla
contra el ordenado caos de las gotas.
Gigantescas partes de mecas avanzando con lentitud,
camino de la lucha por un futuro.
Como fuegos artificiales,
las brasas bailaron brevemente hasta apagarse.
Trayecto II
Nos apartamos de los bordes
donde se hace fuerte,
porque no queremos dañarlo,
porque nos da miedo.
Como en una película de Miyazaki,
la masa deforme avanza sin violencia
pero con determinación,
asimilando en su ser lo que encuentra a su paso.
Si no volviéramos, se haría con todo.
No lo conseguirá,
de momento.
Trayecto III
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Doscientos metros de intestinos y trozos de carne y huesos.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
La luna llena encarnada en Marte.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Veinticuatro pares de ojos brillantes.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Quince conejos inmóviles y un zorro esquivo.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
Nada digno de mención.
La suerte llega a los que esperan.
Cristina Gutiérrez Ribas