ANTONIO GÓMEZ EN CHYS
Si a menudo la sombra es más real que el objeto, también, una parte, a
veces es superior al todo, así puede
ocurrir que, cuando se elimina el rostro del cuadro, diga más, porque los ojos
con que miramos, como no dan con los ojos que nos miran, descubren maneras de
ser que permanecen bajo lo expuesto. De ese modo, el gesto del cigarrillo entre
los dedos, muestra el contexto de una época. La chaqueta, la camisa blanca y la
corbata más el pañuelo, junto a la camiseta que viste el otro, indican un campo
donde está clara la posición de cada cual, porque no conviene que se olvide
quien es quien. Ésos, que podrían ser jóvenes con ropas de hoy, frente al plato
y los vasos vacíos, cuyas manos aunque están, no vemos, se ajustan a la misma
intemporalidad que reside en los antepasados. ¿Significa que el tiempo no pasa?
En efecto, el tiempo se queda, se adhiere a cada gesto, por eso parecen
conformes y aceptan un papel pasivo en la gran comedia humana, comparten esos
platos, que aún no han sido servidos, como un profético mensaje, dispuestos a
entrar en comunión con la existencia.
No obstante, el rostro de la mujer ha sobrevivido, como la cara de
una presencia del pasado, depositaria de
la continuidad de la memoria que mantiene la identidad, en oposición a ese otro rostro que fue atrapado sólo
porque así vemos, sin que se sepa muy bien por qué estaba allí, invisible, a
quien seguro alguien conoce, aunque la familia lo considere un extraño. Estos
rostros, que fueron vecinos, conservan perfectamente el aire de la época,
constituyen, sin que se lo hubiesen propuesto, la atmósfera social de aquellos
días.
Hay cuadros que nos llevan al pasado, cuadros que conducen al presente.
Ambos movimientos implican un argumento temporal. Creo que estos cuadros de
Antonio Gómez pertenecen a la visión de la infancia, contemplamos una realidad
vista desde abajo, justo en el momento que el niño acaba de dejar la mano del padre,
como si la realidad hubiese sido algo familiar y, es entonces, cuando ese mismo
niño, descubre que todo lo que creían perfecto y acabado, no es sino fragmento,
piezas con las que ha de componer su mundo.
José
Luis Martínez Valero
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