Nada
tengo que descubrir ahora del gran pintor Antonio Martínez Mengual.
En
el tríptico de su intervención en el Museo Ramón Gaya en 2010, él utilizaba la
siguiente leyenda oriental que daba título a aquella “extraposición”:
“Un hilo rojo e invisible conecta a quienes están destinados a
conocerse, sin importar el tiempo, el lugar o circunstancia. El hilo se puede
estirar o acortar, pero nunca se romperá.”
Quiero
pensar que lo había entre él y yo y que se cumplen las leyendas, como no.
Y hoy puedo hablar del artista, del maestro, del amigo, del hombre sabio y generoso.
Después
de visitar su exposición La luz. Las arenas en la Fundación Pedro Cano
de Blanca, empecé a escribir una serie de anotaciones, sugerencias acerca de su
obra que se acabaron convirtiendo en un poema del mismo título y que le envié. El dibujo que
ilustra esta entrada es un regalo que él me hace para el blog con la intención
de que lo ilustre.
Agradezco
a mi amiga Carmen Piqueras su lectura y sugerencias.
Aquí
queda, entre Antonios un día de San Antonio.
La
luz. Las arenas.
Para Antonio Martínez Mengual
Todo
aquello que no acaba
se
vuelve aire
o rastro de agua.
Océanos
de calma,
luz
densa antes del tiempo,
que hace
de los desiertos jardines
de
arena que el viento talla.
El
mar de Homero hoy es de cadmio
amarillo
en una luz que no te aplasta
que
dibuja tu sombra y la de todo
en la
pared.
Queda
la sombra y la ceniza,
el
agua ausente, evaporada,
fluyendo
en los papeles gota a gota,
Eso
es todo,
la
escritura secreta que subsiste
entre
la vida y el arte
allí
donde estamos, donde las cosas
de
una manera extraña permanecen.
Antonio Gómez Ribelles
Junio de 2012
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