sábado, 27 de enero de 2024

NOTAS DE ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Me envía Ildefonso Rodríguez desde León estas notas tan lúcidas sobre su lectura de El castigo del

Exiliado, y que con su permiso publico aquí. 

Gracias, porque es un placer saberse leído con esta atención y amabilidad.

 




Notas en pequeño despliegue a partir de la lectura de El castigo del exiliado.

 

Por Ildefonso Rodríguez

 

 

 

Fui apuntando en papelitos mientras leía; después los barajé sin ánimo de construir un discurso coherente, solo estas anotaciones.

 

Leía  con ganas, con esas ganas que dan los poemas de un libro desde dentro de cada uno de ellos.

 

Cartografía de un territorio; el poema, a veces, vendría a ser  una cuadrícula, un segmento de aquél.

 

Poética de las cosas, en la presencia, en el recuerdo, en la ideación, alzada no solo con palabras, también con el pulso del dibujante, Leo cosas dibujadas, se me ocurrió pensar en algún momento.

 

Los detalles, amor a los detalles, a la precisión (como en la cita de Kavafis, el sol daba sólo en una mitad de la cama, y hay que decirlo, era así y no de otro modo).

 

Inolvidables: un perro, también un reloj, un armario, un loco o que se lo hace travestido, un volcán, un patio de luces (infancia siempre del deseo), el telo de unas tazas de leche, la lectura homérica. Pero, sobre todo, un perro y una casa. Se me ha quedado rondando el poema “234”.

 

Unos ojos enturbiados, como también, las fotografías, esclerosis del cristalino en ojos y fotos.

 

Un espejo velazqueño (o una escena de Hopper también —en la página diecisiete—; y también los cuatro últimos versos de la página cuarenta, qué modo de contar la ausencia).

 

En la página cuarenta y tres “Aedo” es una poética definida y delimitada.

 

Poesía de lo visto sentido.

 

Las capas de lo real,  interiores, exteriores, dentro, fuera. Espacialidad, perspectivas.

 

Arte de papiroflexia, plegar el recuerdo y lo presente.

 

Animalidad de las cosas (cuarenta y cinco).

 

Me parece que es una poesía que aprendió bien la lección del relato poético de los sajones.

 

Afinidades entre nosotros: la  pareidolia, las cataratas, de ambas cosas padezco.

 

[Patio de luces: qué deriva es siempre la lectura, cómo podría haber yo adivinado que aquella imagen vista —escrita— hace más de medio siglo, casi alucinatoria  (pues venía de  un ácido) acabaría llevándome a tu patio de luces y a una cabeza negra de Tutankamon.]

 


 

 

 

Ildefonso Rodríguez es poeta y músico. Miembro fundacional de dos revistas literarias (Cuadernos leoneses de poesía y El signo del gorrión) y colaborador de otras publicaciones.

Su obra poética comprende los libros Mantras de Lisboa (Valladolid, Ediciones Portuguesas, 1986), Libre volador (Arenas de San Pedro), Libros de la peonza, (1988), La triste estacion de las vendimias (León, Provincia, 1988), Mis animales obligatorios (Sevilla, Renacimiento, 1995), Coplas del amo (Barcelona, Icaria, 1997), y Escondido y visible, en colaboracion con el pintor Esteban Tranche (León, 2000). En 1998 apareció su primer libro de narrativa, Son del sueño (Madrid, Ave del paraíso).

Es saxofonista profesional, dedicado al jazz y a la improvisacion libre.

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