Recomponer
una memoria familiar, esa pequeña historia (pero tan grande) que se construye
desde lo emocional, desde los pequeños datos y relatos que han paseado por
nuestros mayores y que se nos trasladan, precisa en primer lugar de una
necesidad, la de rellenar un hueco que se borró o nos borraron, y en segundo
lugar de la convicción de que el camino a recorrer puede ser largo, a veces
difícil, y, según las circunstancia, doloroso. El proceso de recuperación que
Juan Manuel Díaz Burgos hace de la memoria de su abuelo Manuel, ya que su
figura le fue robada, es íntimo pero trasladado por la actividad fotográfica a
un acto de memoria histórica que llega a localizar y visitar la fosa común que
sirvió de tumba a uno más de los miles de represaliados tras la Guerra Civil y
que a través de la ignorancia de qué pudo ocurrir con él se trasladó a su
familia el castigo a los vencidos. Un castigo injusto, inútil, y vestido de
rencor y mentira. Juan Manuel Díaz Burgos lo lleva ahora a una exposición en
Cartagena y un libro que recoge el proyecto Diálogos
con mi abuelo.
El acto
de Juan Manuel supone una catarsis personal, un proceso familiar, un acto de
justicia con Manuel Burgos, y por extensión, un acto público de reivindicación
de los desaparecidos. Todos podemos sentirnos identificados con este ejercicio
de posmemoria, sobre todo aquellos que vivieron y viven todavía en el deseo de
recuperar los restos de familiares desaparecidos. Y los que no estamos en ese
caso, igualmente compartimos la recuperación de la memoria y la historia
familiar, con sus luces y sombras. Pero el proyecto de Díaz Burgos es
fotográfico, y eso debe dirigirse de una manera concreta, dentro de la línea
documental y retratística que ha sido su constante en el ingente trabajo de
este gran fotógrafo. En el prólogo, ese que escribió una noche para concretar y
decidir qué y cómo hacer, están las claves, sobre todo una: la realización de
un recorrido y un retrato inverso, apropiarse con la mayor honestidad de aquello
que pudo ser la mirada del abuelo, que ella fuera la que marcara el camino, un
camino que dirige lo que fue la biografía, lugares de vida, de trabajo, de
triste muerte. Así, el nieto visita todos esos lugares de Andalucía, Marruecos,
Madrid, Cartagena y Canarias, el punto final, el más oculto hasta hoy. Los guiños que hace
a la narración y la vida de Manuel le obligan a añadir espacios, lugares a sus
recorridos fotográficos, a hacer de sus fotos lugares de posmemoria.
Reinvención o suposiciones basadas en lo que le han contado y encontrado, o en
lo que, una vez identificado con el abuelo, Díaz Burgos cree en buena lógica
que no pudo ser de otra manera. Así aparecen los toros, las tascas, las
iglesias de Sevilla, las procesiones, un mundo coherente con lo conocido y que
se convierte no en la verdad sino en “lo real” a través del pensamiento, la
actitud y la sinceridad necesaria del nieto, y las redes tejidas con la familia.
La fotografía persigue a la narración, no son ilustraciones, sobrevuelan, traducen
la historia y los lugares en la foto desde la mirada del abuelo. Pero ahí sigue
estando la calidad, la entrega, la exigencia que siempre pone Juan Manuel Díaz
Burgos en lo que hace.
Otro aspecto que
aparece en este proyecto es la evolución de la foto hacia el desenfoque por
zonas y las alteraciones o creaciones de color y luz, todo ello con la idea de
relacionar esa visión de la que hablaba antes con lo borroso de una mirada
perdida en la memoria de los otros.
Exposición y libro,
en esa lógica fotográfica que se ha hecho necesaria actualmente, recogen un
trabajo muy extenso, fotográfico, artístico, narrativo y documental. Es un
trabajo muy personal que debía ser como es, con un recorrido muy largo lleno de
reflexiones que quedan en el libro, desde la foto de un solar en la calle
Trastámara de Sevilla, donde nació Manuel (parece que quedara así como en
espera, en un acto metafórico de respeto hasta que el fotógrafo pudiera llegar),
hasta la sombra de Juan Manuel y Mercedes ante la fosa común nº 2 del cementerio
de Vegueta donde se le enterró.
Magníficas
fotografías que funcionarán también fuera del libro y la exposición, que
transmiten la melancolía necesaria en el proyecto, que contagian el recuerdo y
lo hacen nuestro. Tal vez sea ahora la recuperación de la memoria lo más
importante, algo que se agradece por ser de justicia, el valor de hacerla
extensiva (ya lo vimos en Calle del Ángel) pero quedará siempre el trabajo artístico de este gran fotógrafo.
Agradezco
sobremanera a Juan Manuel el haber colaborado en su proyecto, aunque sea
mínimamente. El haber trabajado con el álbum de mi familia en proyectos
anteriores y con otros álbumes en proyecto me llevan a entender perfectamente
el trabajo de Juan Manuel y valorarlo mucho. Realizar una intervención sobre el
retrato de Manuel Burgos Monsalves ha sido un honor.
1 comentario:
Sin duda, una de la exposiciones del año en la Región de Murcia. Cargada de emoción y sentimiento como pocas. Es admirable cómo su autor vuelca toda su energía, todo su amor, en recuperar aquello que le fue arrebatado por la sinrazón, sin amargura, sin odio hacia quienes obraron aquella barbarie. Toda una lección de cómo se puede hacer "memoria histórica" sin levantar ampollas, desde el silencio y la reflexión. Es un hermoso ejemplo de cómo este viaje es absolutamente necesario para cerrar el dolor y las heridas. ¡Exposición imprescindible! Y muy bello catálogo.
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